Los siete consejos definitivos para educar a tus hijos e hijas

Los siete consejos definitivos para educar a tus hijos e hijas
El debate en relación a la educación y la crianza de los niños y niñas está últimamente más vivo que nunca porque nos encontramos en una época de transición. Una transición en que estamos pasando de un estilo educativo autoritario, en el que la razón la tiene siempre las personas mayores, que son quienes emiten los juicios, establecen las normas y los castigos si no se cumplen, a uno más democrático, más inclusivo y respetuoso, que tiene más en cuenta las necesidades y libertades de los niños y niñas, así como sus motivaciones.
El debate lleva años, y seguirá activo mientras haya tanta diferencia: unas familias defienden lo que llaman «de toda la vida», que es el autoritarismo que sus padres y madres ejercieron sobre si mismos (castigos, cachetes, obediencia ciega, disciplina, etc.), y otras defienden el estilo educativo más democrático en el que se acompaña más a los hijos e hijas en su desarrollo para que vaya descubriendo cuáles son sus deseos, motivaciones e intereses.
Ahora por fin, para arrojar un poco de luz en el debate, los psicólogos de Harvard han decidido añadir los últimos estudios al respecto y así han redactado los siete consejos definitivos para educar a los hijos e hijas.
1. Haz todo lo posible por establecer una relación de cuidado amorosa con tus hijos e hijas
Según los psicólogos de Harvard, aprenden a ser amables y a cariñosos con los demás cuando son tratados de esa manera. Cuando nuestros hijos e hijas se sienten personas amadas tienen una mejor relación con los padres y madres y son más receptivos a nuestros valores y nuestras enseñanzas.
Para ello es necesario atender a sus necesidades físicas y emocionales, proporcionando un ambiente familiar estable, afectuoso y seguro, en el que tengamos respeto por su personalidad individual, nos interesemos por sus cosas y hablemos de aquello que consideran importantes.
Esto se logra pasando tiempo en compañía, incluso programando el tiempo: por las noches mientras se les cuenta un cuento, el sábado por la tarde buscando tiempo en exclusiva para un hijo o hija en concreto,… haciendo cosas en las que disfrutemos
Además, mantener conversaciones en las que se pueda hablar de cosas significativas: qué ha aprendido en la escuela o fuera de ella, si alguien ha hecho algo agradable por ellos y ellas, o si se ha sentido bien haciendo algo por los demás, qué cosas le han resultado más difíciles de entender o asumir últimamente, etc.
2. Consigue ser un ejemplo válido para tus hijos e hijas
Aprendemos los valores éticos y los comportamientos observando las acciones de aquellas personas adultas a las que respetamos.
Para ser un ejemplo en el que puedan fijarse debemos ser conscientes de que estamos siendo personas honestas, justas y capaces de resolver conflictos mediante el diálogo, así como capaces de gestionar la ira y otras emociones difíciles de manera efectiva.
Como a pesar de ello habrá veces en que nos equivoquemos, porque nadie es perfecto, lo ideal es que también conozcan esa parte de nuestro carácter, nuestra parte lógica de persona humana que se equivoca y comete errores, y nuestra reacción al respecto: la honestidad de ser capaces de pedir perdón, de intentar enmendar nuestros fallos y de comprometernos para intentar no repetirlos.
Los niños y las niñas quieren ser como sus padres y madres si les respetan, si les tienen en buena consideración por cómo les tratan y cómo les hacen sentir. En cambio, si estamos lejos emocionalmente, difícilmente será un ejemplo al que quieran seguir.
3. Hacer del cuidado por las demás personas una prioridad y establecer un compromiso ético elevado
Consideran importante que los niños y niñas vean que sus padres y madres se preocupan por las demás personas y que esto es tan importante como su propia felicidad. Que vean que lo esencial en la vida es ser amable y a la vez ser feliz, que se comprometan como los padres y madres por hacer lo correcto, lo que está bien, lo que es justo, incluso cuando eso puede hacerles infelices en algún momento, o si otras personas no se comportan de ese modo.
Sería algo así como aprender que lo justo está por encima de los deseos individuales de cada persona; enseñarles a buscar la felicidad a través de la bondad, de sentirse bien haciendo feliz a otra gente; dar valor al trabajo en grupo, en equipo, y animándoles a trabajar hacia lo de fuera, hacia aquellas personas que les rodean.
4. Ayudarles a ser agradecidos y amables
Cuando los niños y niñas son amables con las demás personas son más capaces de ver los gestos de amabilidad, y en general sienten más agradecimiento. Los estudios muestran que las personas que más suelen expresar su gratitud tienden a ser más generosas, compasivas y capaces de perdonar, y además más propensos a ser felices y saludables.
Para que sean personas amables y personas agradecidas deben simplemente vivir en un clima acorde a esto: que sean capaces de ayudar a los demás y de agradecer lo que hacen por él o ella, que tenga oportunidad de pasar tiempo con sus iguales de manera que se generen quizás conflictos en los que tengan que negociar y mediar. Que esto suceda también en casa, permitiendo que puedan dar su opinión cuando hay desacuerdos. Así aprenderán a ser personas justas, a escuchar, a debatir y a solucionar problemas. De ese modo podrán ser partícipes también del buen funcionamiento de su familia, del camino por lograr la felicidad de su hogar.
Además, deben tener responsabilidades reales: que participen en las tareas domésticas de manera rutinaria, pero sin que ello suponga un castigo ni provoque un gran agradecimiento por nuestra parte. Cuando simplemente esperamos que lo hagan y no se les premia, a menos que hagan actos de bondad poco comunes, es más habitual que dichas acciones se conviertan en su rutina (si lo agradecemos de manera muy efusiva siempre parecerá que es nuestro trabajo y que el niño o niña sólo nos estaban echando una mano). Cuando colaboran en casa también son más capaces de valorar lo que los demás hacen por ellos y ellas
5. Ampliar el círculo de implicación de los niños y niñas
Lo habitual es que se impliquen y empaticen con un pequeño círculo de familiares y amigos. El reto de los padres y madres es ayudarles a implicarse también por aquellas personas que no forman parte de su círculo íntimo: un niño o niña nueva en el colegio, alguien que no habla su idioma, alguien que vive en otro país y lo está pasando mal.
Es importante que aprendan a conocer lo que sucede con las personas conocidas, pero que consideren también aquellas cosas que suceden fuera de su control: lo que pasa en otros países, otras culturas, etc.
Desde ahí, ser capaces de reconocer la vulnerabilidad de las demás personas, los sentimientos de quienes tienen problemas: de esa niña que acaba de llegar y se siente sola, de un niño que está recibiendo abusos, etc., e incluso la repercusión que sus actos pueden tener sobre los y las demás, tanto para bien como para mal.
6. Promover el pensamiento crítico y la acción por el cambio
Los niños y las niñas se interesan de manera natural por las cuestiones éticas porque tienen mucho interés en comprender por qué las cosas son como son, y por qué hay personas que actúan como actúan. A menudo, ante una injusticia, consideran la posibilidad de emprender alguna acción y los padres y madres debemos ser capaces de potenciar ese deseo de provocar cambios. De hecho, muchos de los programas realizados en comunidades por el respeto y el cuidado, por el cambio social, han sido creados por niños, niñas y adolescentes con preocupación.
Para ello recomiendan hablar sobre los diferentes dilemas que se producen a lo largo del día, cuando le dice cosas negativas sobre otro niño o niña , cuando ve a alguien copiar en un examen o le ve robar, cuando alguien tiene miedo de admitir que estaba equivocado o que hizo algo mal, cuando alguien maltrata a un animal, etc.
7. Ayudarles a desarrollar el autocontrol y a gestionar con eficacia los sentimientos
Enseñar que todos los sentimientos deben considerarse oportunos y válidos, pero que la reacción que provocan no siempre es la adecuada. De ese modo, podemos enseñarles a lidiar con sus sentimientos negativos de manera productiva.
Para ello debemos hablarles mucho de sentimientos, intentar poner nombre a esos sentimientos cuando los tengan: «creo que estás triste», «sé que estás enfadada», «te sientes frustrado porque»… y animarles a que hablen de ello, a que intenten comprender su reacción, a que piensen sobre lo que les gustaría hacer y lo que pueden o no hacer, que comprendan por qué se sienten así y ofrecer alternativas para que vean que no hay una única manera de canalizar la ira, la rabia, la frustración o el enfado.
Recomiendan hacer uso de tres pasos para el autocontrol. Primero parar, luego coger aire de manera profunda por la nariz y finalmente exhalarla por la boca, contando hasta cinco. Hacerlo cuando estén tranquilos y tranquilas para que puedan repetirlo en algún momento de enfado.
Además, debemos ensayar la resolución de conflictos. Si somos testigos de uno, o si el niño o la niña lo ha sido, podemos hablar sobre ello para ver cómo reaccionaría, cómo considera que debería solucionarse. Mostrar lo útil que es que ambas personas, las dos que están en conflicto, puedan hablar y expresar sus sentimientos, decir cómo se han sentido, para que el uno pueda entender el enfado del otro, hasta llegar a una comprensión mutua a partir de la cual pueda solucionarse el conflicto.
Finalmente, recomiendan establecer límites claros a los hijos e hijas, utilizando sabiamente la autoridad para expresar cuáles son las normas lógicas de convivencia cuando sea necesario. Explicarles que esas normas se basan en una preocupación razonable nuestra y que se comunican desde el amor por su bienestar y desde el respeto por ellos, ellas y los demás.